sábado, 26 de julio de 2008

La telenovela que prometí.

Para que puedan entender la historia, voy a contarla desde el inicio.
Procuraré no evitar los detalles, aunque por practicidad, la resumiré un tanto.

Se llama César, me lleva 15 años y lo conocí cuando yo tenía esos mismos 15. Trabajaba enfrente de donde mi mamá, tenía dos hijos (niño y niña, calculo de 12 y 7 respectivamente. Creo que se llaman César y Jennifer), vive con ellos y con su mamá (creo que se llama Araceli... la verdad nunca le he preguntado!) y estaba esperando a un tercero, pero de otra chica (Maribel)

Su relación con esta chica no era nada buena y se separaron cuando ella tenía seis meses de embarazo, aunque él jamás dejó de atenderla en la medida de sus posibilidades.
De pronto, yo comencé a aparecerme con frecuencia por allá y él, finalmente se fijó en mi.
Las cosas se iniciaron por indirectas y miraditas, pero él no se atrevía a hablarme (¡y cómo! Si yo además de distraída, iba a un colegio fresísima y tenía el ánimo de la clásica adolescente a la que su novio puberto de la Secundaria cambia por una sexy colegiala preparatoriana.)

Un día al fin me habló, con el pretexto de ir por unos mariscos para comer.
Lo malo, fue que no me hice del rogar, (es que jamás me hago del rogar)
y el tipo me subió a un viejo camión destartalado y me llevó a comprar los famosos camarones al Mercado Hidalgo.
Regresamos a nuestros negocios, comimos (eso si, cada quién en su lado del pasillo) y después no volví a saber de él, hasta como eso de las 8 de la noche, cuando me enteré que le habían caído mal los camaroncitos y había pasado la tarde en el baño.
Creo que después de eso, César se robó mi corazón.
Algunos días después, me besó, después me llegó y la historia se ha extendido hasta estos días. Todavía no alcanzo a comprender cómo fue que lo acepté, si sabía de sus “compromisos”. Mi madre, se opuso determinantemente en un principio, pero después, César también se la echó a la bolsa y consiguió su apoyo.

El primer año fue muy bueno, aunque no acabamos de conocernos o de acoplarnos bien. Es un hombre divertido, con mucha energía y ganas de vivir. Celosísimo, enojón, cínico a veces, pero de buenos sentimientos, aunque sus actos en ocasiones digan lo contrario; es tierno, aunque también necesita mucho del apapacho; sencillo, delgadito, blanquito... guapo el condenado.

Durante ese año nació Kevin, el niño con Maribel, y yo cambié de escuela.
Primero, porque ya casi no entraba al colegio por ir a verlo y en segunda, porque me sentía reprimida y aislada.
Entré al bachillerato de la Escuela de Comunicación, que era (y es) un desmadre total. Desde luego, me relacioné con gente muy diferente y poco a poco, cambié mi manera de pensar.
No se, en algún momento dejé de ver a César con tanta frecuencia, porque me gustaba estar con mis nuevos amigos, los cuales insistían (insisten) en que debería de dejarlo, porque sólo estaba “desperdiciando mi juventud”.
Pronto, yo también pensé igual. Que debía encontrar a alguien que lo superara, alguien libre y sin compromisos, que pudiera ofrecérmelo todo, que quisiera vivir conmigo, que quisiera conocerme y demás.
Conocí a muchos chicos, muchos de ellos sumamente agradables, pero jamás lo encontré. Ahora que lo pienso, quizás no quería encontrar a nadie más, porque creía (o creo) que es César el único hombre con el que de verdad me siento bien.
Tuve muchos problemas con César. Pero siempre acabábamos juntos.

El segundo año fue más difícil. Y es algo de lo que aún no estoy preparada para hablar. Bastará con decir, que cometí muchos errores, que perdí cosas importantes, como amistades y también, la escuela, y todo bajo el alegato de que me sentía sola. Por eso también seguí en mi (infructuosa) búsqueda del sustituto para César. Fue un año de mucho desastre, de borracheras, de poca cordura y de mucho dolor, también.
Durante más de medio año, me mantuve separada de César. Me dolía tanto su ausencia, y era tan difícil soportarlo, que me dejaba llevar por cualquier cosa, con el pretexto de querer olvidarlo.
No lo logré.
Un buen o mal día, César y yo regresamos.
Y aunque desde entonces yo he cargado con culpas y algunos remordimientos, y él con desconfianza e inseguridad, mas o menos habíamos logrado sobrellevarla.

En una de esas, en que vi como mi vida se me iba de las manos, decidí que de seguir así, lo iba a dejar todo.
Que si en este lugar no se me aparecía nada por lo cual valiera la pena continuar viviendo en una ciudad llena de recuerdos, me iría.
Y el mejor pretexto era la capital, porque ahí está la UNAM y, porque desde que recuerdo, siempre he querido estudiar ahí.
Así que, de momento, la única cosa que me mantiene, el único sueño que tengo en mente, es pasar el examen y quedarme, pase lo que pase.

En este tercer año, las cosas han sido muy hermosas, ciertamente también difíciles, pero incapaces de opacar las cosas tan lindas que hemos vivido últimamente. Pero a pesar de eso, hay algo que me oprime y que evita mi completa felicidad

¿Nunca les ha pasado que, llega un momento en el que piensan que, ya no vale la pena seguir en una relación? Y no por falta de amor, ni nada de eso, si no por las múltiples trabas que les pone la vida.
Ese es mi caso. No se, creo que lo mío con César no tiene futuro.
Y, ¿qué relación lo tiene, cierto? Pero en este caso, las cosas son más complicadas.
Yo no tengo el corazón para decirle que deje a sus hijos por mi, no podría hacerlo. Yo mejor que nadie se cuánto los quiere y cuanto los extrañaría. Pero por otro lado, desde hace tres años que, yo “no veo claro”.
Dicen que, cuando un hombre “comprometido”, de verdad ama a su “novia”, usualmente deja todo y se va con ella. Pero, en esta historia no ha sido así.
En dos ocasiones, estuvimos a punto, pero, si no se dio fue por algo.

Sólo que ahora, duele más.
Duele porque se, que no puedo hacer nada y no se si él quiera hacer algo. Él dice que me ama como nunca lo ha hecho con nadie, pero al mismo tiempo, está convencido de que nuestra vida juntos, no funcionaría.
Yo no lo se, sólo se que me estoy muriendo de ganas de fracasar, pero no dejar de intentarlo. Dicen que en el amor, todo vale la pena.
[uy perdón, ya me puse cursi]
Yo quisiera pelear, pero no creo que él quiera hacerlo.
Me he dado por vencida,
y por eso, el reto UNAM sigue en pie.

Bueno, ahora ya conocen parte de mi desastrosa (y telenovelera) vida amorosa,


¿qué opinan?....

jueves, 24 de abril de 2008

Aunque también pertenecí a sus fanáticas, Uff o Mercurio nunca me gustaron tanto como los Scorpions o como Oasis.

Sí, lo confieso. En la secundaria fui tan pop, que ahora me daría vergüenza mencionar todo lo que oía (y que a veces, por pura melancolía, me da por volver a escuchar o incluso cantar). Sin embargo conocí a Evanescence, que me comunicó de Within Temptation, Nightwish, Lacuna Coil y a otros oscurillos que me fascinaron. Por entonces tenía 14 años y me sentía bien dark.
Después, fui emo antes que todos los que ahora escuchan a Paramore o Panic at the disco. Y eso que tenemos la misma edad. Me imagino que en ese entonces les gustaba el Simple (muy simple) Plan o Blink182 y demás mierdas happy puñeteras. Comenzaba a sonar MCR (de los cuales, no lo niego me declaro fan), pero aún parecían un poco pesadones. Yo mientras, oía a Rites of Spring, Mineral y a Jimmy Eat World.

Pero un día y por error, me enamoré del que hasta ahora es mi novio, y que me llevaba quince años. Tiene que ver en la historia, porque él me retó a que le demostrara que tenía un sentido musical más amplio. Por entonces, estaba leyendo mucho sobre los sesentas y hasta entonces conocí a los Beatles, primero por lectura y después, en vivo y a todo volumen. Abandoné mi pretenciosa música fresa y me metí a lo más profundo (también deserté de mi colegio caro y entré a la prepa en comunicación, donde conocí a Miriam, o la ovejita rasta, que me presentaría por el mismo tiempo a Gondwana, Antidoping, Mimi Maura, Fidel Nadal y of cors, a Bob Marley). Yo, por mi lado, escuchaba a Jefferson airplane, Shocking Blue, Blue Cheer, The Kinks, Donovan, los Doors, Cream y Rolling Stones.

No se si habré ganado el reto, lo que si se, es que pronto me convertí en una niña de 16 un poco old-fashion, cuyo mayor sueño no era ir al Bazelona bar, sino al Chopo a comprar acetatos.

Los años fueron pasando, me fui documentando. He conocido muchas bandas, muchos géneros. Sin ser erudita de la música, me es fácil reconocer géneros
He visto películas que no muchas niñas aguantarían (como el Holocausto Caníbal jaja) Leí algo de Kerouac, a Tom Wolfe y su Hoguera de vanidades; he tratado de traducir a Cummings, a Cohen y hasta a Sabines, y por supuesto, todos los libros del que considero lo mismo un cuate, que un guía, un padre o un esposo: José Agustín. (uy creo que me vi un poco destapada).

Al ver tanta falsedad en la música, al ver que todo este mainstream está decidido a sepultar al verdadero concepto artístico, decidí quedarme tal y como soy y hacerme, lo que hace poco una niña diagnosticó, cuando ante la pregunta de qué es lo que más me decepciona del mundo, respondí que la gente ya no hace las cosas con el corazón: una nostálgica underground.

No visto como dark aunque siempre me da por el negro y el morado. Ya tampoco llevo rastas, ni faldas multicolores. A veces soy muy fresa y otras muy pandrosa, pero soy más común que corriente, aunque no lo parezca y me da miedo. Me da miedo pensar que es la edad o el hecho de haber crecido un poquito más rápido que ellos (por aquello del novio vetarro). El hecho de que haya dejado mis dos preparatorias anteriores, una por fresa y otra por desmadrosa y ahora la estudie abierta. Me da miedo desperdiciar el tiempo.
Me asusta un poco la idea, de sin querer pertenecer ya, a esos “soñadores”, que poco a poco y por sus limitaciones (muchas veces propias), se ven obligados a formar parte de la masa clasemediera, a la cual muchas veces, no se le ve salida (rayos, ahora sueno como una desesperanzada treintañera).

Tengo 18 años y todos pronostican muchos años de vida para cumplir todos los sueños que uno se propone a esta edad.
Así que dejaré el drama por unos momentos y procedo a mis generales:
Vivo en Puebla, estudio la preparatoria abierta en el área de humanidades.
Y como es de esperarse, todavía no se que estudiar. Lo que si se, es dónde lo quiero estudiar (UNAM).
Mi vida es (por) la música. Vivo con mi madre y mi abuela. No tengo hermanos.
Tengo un novio (César) y desde hace tres años algún escritor nos puso en una telenovela, de la cual les contaré más adelante, sólo los detalles importantes para no aburrirlos.
Fútbol... poco: Pumas y Puebla. Por compromiso a veces hasta América.
Espero que la introducción haya dejado claras mis preferencias musicales.
Cine, mucho y de todo, aunque como buena niña, las de acción muchas veces me producen mareos.
Lejos de mi primera descripción apocalíptica, en lo personal me defino como una persona muy dual (que no dos caras o hipócrita). Me gusta ser muchas personas y mantener el fondo intacto. Como decía a veces todo el mundo me voltea a ver y otras veces me gusta ser ignorada. A veces hablo como toda una intelectual y en otras finjo no saber nada (para no hacer sentir mal a mi interlocutor jaja, nosierto). A veces camino tan airosa que les caigo mal porque me creen presumida; me encanta que se sorprendan cuando se dan cuenta que soy completamente distinta. Por eso son contadas las personas que saben cuál de todas en realidad soy.
Tranquila, no me gusta tanto la parranda, soy más bien bohemia, ja.
Mal hablada y fumadora.

Hoy, este blog también es parte de un sueño más.
Espero que lo que encuentren aquí sea de su agrado, que logren conocer un poco de mi. Es lo bueno de estos espacios: saber que hay miles de ello y encontrarse de repente uno que te permite conocer lo de adentro de quién publica. Saber que detrás de la máquina, está una persona como muchas otras, pero con emociones y vivencias diferentes a las demás.

Así que disfruten su estancia y disculpen el tiradero.